Trump dispara el gasto militar y apuesta por el muro a costa de los programas sociales
El proyecto de presupuesto para 2019 eleva el déficit hasta casi el billón de dólares Frontera, defensa e infraestructuras. El p...
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El proyecto de presupuesto para 2019
eleva el déficit hasta casi el billón de dólares
Frontera, defensa e infraestructuras. El proyecto de
presupuesto presentado por Donald Trump para 2019 ofrece un buen
negativo de su ideología. Estados Unidos se protege de la
inmigración (23.000 millones), refuerza su músculo militar (686.000 millones) y
activa el crecimiento interno con 200.000 millones en obras públicas. Una
propuesta que se ajusta milimétricamente a las necesidades electorales
republicanas, pero que recorta drásticamente los gastos sociales y quiebra
la promesa de contener la hemorragia presupuestaria. Lejos de cualquier
moderación, la iniciativa (4,4 billones) aumenta un 10% el gasto y dispara el
déficit hasta casi el billón de dólares.
Es la cuadratura del círculo. En diciembre, Trump
puso en marcha un recorte de impuestos de 1,5 billones de dólares y la semana
pasada promovió un pacto entre republicanos y demócratas para aumentar el
techo de gasto en 300.000 millones en dos años. En este escenario, ahora
ha lanzado un presupuesto que tiene como punta de lanza un plan de
infraestructuras de 200.000 millones en un decenio. Un catalizador de la
inversión que la Casa Blanca espera que llegue a aglutinar 1,5 billones en
fondos privados y públicos, pero que nadie ha explicado cómo se financiará.
Esta incertidumbre, en un país con una deuda pública
superior a los 20 billones, se agrava ante la renuncia expresa a alcanzar el
equilibrio fiscal, uno de los mandamientos de la biblia republicana. Por el
contrario, el texto presentado este lunes admite que en un decenio el déficit
acumulado puede alcanzar los 7,2 billones, frente a los 3,2 billones que Trump
prometió el año pasado. Es un desequilibrio gigantesco que ni siquiera frenan
los recortes masivos en gasto social: tres billones de dólares en 10 años,
especialmente en programas sanitarios y de alimentos.
Creíble o no, el presupuesto tendrá que pasar por la
trituradora del Congreso. Ahí, republicanos y demócratas diseccionarán las
partidas y las someterán a sus necesidades, que este año gravitan en torno a
las elecciones del 6 de noviembre, cuando se renovará toda la Cámara de
Representantes, un tercio del Senado y 39 gubernaturas. Nadie sabe con
precisión qué quedará vivo tras la digestión parlamentaria, pero en cualquier
caso el reparto de fondos presentado por la Casa Blanca ofrece una buena
fotografía de sus objetivos políticos.
El presupuesto presentado por la Casa Blanca para
2019 impone un recorte del 32% al Departamento de Estado. Con sólo 37.000
millones, 20 veces menos que el Pentágono, la diplomacia sufre mermas en casi
todos sus programas. Las operaciones de paz, los fondos para la ONU y otros
organismos internacionales se llevan la peor parte.
En la cuestión migratoria, que esta semana centrará
el debate en el Congreso, el presidente exige 23.000 millones para seguridad
fronteriza, incluyendo 18.000 millones para el muro con México. Fuera ha
quedado cualquier partida destinada a los dreamers, los casi
700.000 inmigrantes registrados que llegaron siendo menores a EEUU y que,
por orden de Trump, se quedarán sin protección legal el próximo 5 de marzo. “No
he incluido este apartado en el presupuesto para que los congresistas puedan
debatir libremente y llegar a un acuerdo”, se justificó el presidente.
Otra apuesta fuerte procede del gasto militar.
Logrado un aumento del techo de gasto de 69.000 millones, el presupuesto de
defensa queda en 686.000 millones y permite, en palabras del jefe del
Pentágono, Jim Mattis, “volver a la primacía” en el pulso geoestratégico con
Rusia y China. “Tendremos una fuerza nuclear totalmente modernizada y
nueva. Ojalá no haya que usarla, eso dependerá de otros, pero que nadie dude de
que mientras sea presidente estaremos por encima de cualquiera en poderío
nuclear”, afirmó Trump.
La joya de la corona recae en el plan de
infraestructuras. En su día fue presentado como el gran proyecto de 2018 y
ocupó un lugar central en el discurso del estado de la Unión: “Juntos podemos
recuperar nuestra herencia como constructores. Construiremos flamantes
carreteras, puentes, autopistas, vías férreas y vías fluviales por toda nuestra
tierra. Y lo haremos con corazón estadounidense, con manos estadounidenses y
con agallas estadounidenses”. Esas fueron las palabras de Trump, pero ahora,
volcada al papel, la iniciativa ha quedado jibarizada. Del billón de dólares
que la Administración federal iba a inyectar para dinamizar las
infraestructuras de transporte, agua y electricidad, la aportación se ha
reducido a 200.000 millones. El resto procederá de fondos estatales, locales e
inversión privada. Un auténtico rompecabezas que tiene a su favor tanto la
promesa de la Casa Blanca de retirar cualquier obstáculo burocrático como las
evidentes ganancias electorales que puede generar a los congresistas.
Fuente: El País